Un trabajador construye piezas de equipos petroquímicos en Lanshi Heavy Machinery en Qingdao, China, el 31 de octubre de 2024. Crédito: Costfoto/NurPhoto/Getty Images/Archivo

Hong Kong (CNN) – En el verano de 2018, cuando el expresidente Donald Trump inició una guerra comercial con China, la economía de ese país iba por buen camino. Incluso se hablaba de que pronto podría superar a Estados Unidos como la primera economía mundial.

Ahora, a meses de que Trump retome la presidencia, lo que parecía un monstruo se ha visto muy mermado. Enfrentada a problemas inmobiliarios, de deuda y de deflación, China no parece dispuesta a librar otra batalla.

Pero las apariencias engañan.

Provistos con una comprensión sobre la forma de operar del presidente electo, los líderes chinos están mejor equipados para hacer frente a la posibilidad real de que Trump cumpla su promesa de imponer aranceles de más de 60% sobre los bienes vendidos a Estados Unidos, según economistas y analistas, a través de una combinación de diversificación comercial, represalias selectivas contra empresas estadounidenses y apoyo al consumo interno.

“China lleva tiempo preparándose para este día. EE.UU. es mucho menos importante para su red comercial (que lo que era antes)”, dijo Dexter Roberts, autor del boletín informativo Trade War y miembro sénior del Atlantic Council.

En parte debido a la primera guerra comercial, que continuó bajo la presidencia de Joe Biden, China, así como las empresas de ese país, ya han empezado a reducir activamente su dependencia comercial de Estados Unidos. El impacto es visible en los datos comerciales y se ha producido a una velocidad vertiginosa.

En fecha tan reciente como 2022, el comercio bilateral alcanzó un máximo récord. Pero el año pasado, México superó a China como principal exportador de bienes a Estados Unidos, según el Departamento de Comercio. China había ocupado ese puesto durante 20 años antes de que sus exportaciones a Estados Unidos cayeran 20%, hasta los US$ 427.000 millones el año pasado.

Automóviles y autobuses fabricados en China para exportación en el puerto de Lianyungang, China, el 31 de octubre de 2024. Crédito: Costfoto/NurPhoto/Getty Images/Archivo

Poco menos del 30% de las exportaciones chinas se destinaron el año pasado a los países ricos del Grupo de los Siete (G7), frente al 48% de 2000, según la empresa de gestión de inversiones Matthews Asia. Por eso, a pesar de vender menos a Estados Unidos, la cuota de China en las exportaciones mundiales se sitúa ahora en 14%, frente al 13% que representaba antes de los primeros aranceles de Trump.

En una rueda de prensa el viernes, Wang Shouwen, negociador de comercio internacional y viceministro de Comercio, dijo a periodistas: “Tenemos la capacidad de resolver y resistir el impacto de choques externos”.

Lo que es poco probable que esté en el arsenal de represalias de China son grandes y vistosas medidas como la venta de bonos del Tesoro estadounidense (de los que China es el segundo mayor tenedor del mundo) o una importante devaluación de su moneda, el yuan, que ha perdido un 12% de su valor frente al dólar estadounidense en los últimos tres años, al frenarse el impulso del crecimiento.

“Esas medidas drásticas no ayudarían”, dijo a CNN Andy Rothman, estratega sobre China en Matthews Asia. “La parte china típicamente no tiende a tomar represalias directas de esa manera”.

Represalias selectivas

No espere un simple ojo por ojo sobre los aranceles, dijo Liza Tobin, directora sénior de economía en el Special Competitive Studies Project, un grupo de análisis estadounidense. La respuesta de Beijing será probablemente más selectiva y asimétrica.

“Ya están apretando a las empresas extranjeras que operan en China y podrían aumentar la presión sobre las empresas estadounidenses, seleccionando objetivos que quieren expulsar del mercado chino de todos modos”, dijo.

En septiembre, China anunció que estaba investigando al minorista de moda PVH Corp, propietario de Calvin Klein y Tommy Hilfiger, por negarse a abastecerse de algodón procedente de la región de Xinjiang, donde el país ha sido acusada de cometer abusos generalizados contra los derechos humanos, en una medida que podría dar lugar a sanciones contra una empresa estadounidense con importantes intereses de negocios en China.

El año pasado, la Policía china realizó una redada en la oficina de Shanghái de la consultora de gestión estadounidense Bain & Company, un hecho que alarmó de forma amplia a la comunidad empresarial estadounidense.

Poco después de esa visita, medios de comunicación estatales revelaron que las autoridades de seguridad habían hecho redadas en varias oficinas de la consultora internacional Capvision, con sede en Shanghái y Nueva York.

Según varios economistas, las represalias contra empresas o industrias agrícolas estadounidenses serían mucho más probables que la venta por parte de China de sus enormes tenencias de bonos del Tesoro estadounidense como respuesta, ya que el mercado de dichos bonos es profundo y líquido y no hay escasez de compradores. Venderlos también podría perjudicar los propios intereses de China.

Bajar el valor del yuan también podría ayudar a las exportaciones chinas si Trump impone nuevos aranceles, pero muchos analistas tampoco creen que este movimiento esté en las cartas.

“Es poco probable que los responsables de las políticas consideren que una devaluación valga la pena por los diversos costos, y en su lugar opten por otras medidas”, dijo Sean Callow, analista sénior de divisas de ITC Markets.

Una devaluación repentina en agosto de 2015 generó agitación en el mercado de valores, dijo. En los últimos meses, el Gobierno de China ha indicado que quiere reforzar la confianza en sus mercados de valores, tanto para los inversionistas nacionales como para presentar a China ante el mundo como un destino atractivo para la inversión.

También quiere que el yuan sea visto como una alternativa fiable al dólar estadounidense para los gestores de reservas de los bancos centrales, en particular los que se han visto sacudidos por la congelación de activos rusos por parte de EE.UU. y países de Europa desde 2022, dijo Callow.

Limpiar la casa

China no es el único objetivo de los aranceles que pretende imponer Trump.

Ha propuesto un arancel de entre 10% y 20% sobre todos los bienes importados, un aumento significativo del promedio actual de 2% o, en muchos casos, cero. También ha planteado aranceles del 100% o del 200% sobre los automóviles fabricados en México o sobre los productos elaborados por empresas que trasladan la fabricación de Estados Unidos a México.

Con aranceles de 60%, varios economistas han calculado que el impuesto sobre las importaciones a Estados Unidos podría reducir a la mitad la tasa de crecimiento económico de China (las propuestas arancelarias de Trump también costarían al hogar típico estadounidense más de US$ 2.600 al año, según otro análisis del Peterson Institute).

Pero China, un país de 1.400 millones de habitantes, también tiene un enorme mercado de consumo interno al que puede recurrir si juega bien sus cartas.

Varias mujeres caminan ante una tienda de accesorios de moda que muestra un cartel para promocionar los descuentos del Día de los Solteros en un centro comercial de Beijing, China, el 11 de noviembre de 2024. Crédito: Andy Wong/AP

“La mejor respuesta a los aranceles que Beijing puede dar es poner orden en su propia casa, restaurando la confianza entre los empresarios chinos, que representan el 90% del empleo urbano y la mayor parte de la innovación (…) Esto impulsaría la confianza de los consumidores, lo que llevaría a un consumo interno más fuerte, que mitigaría el impacto de exportaciones más débiles a EE.UU.”, dijo Rothman.

El mes pasado, la Oficina Nacional de Estadística de EE.UU. anunció una nueva moderación de la economía entre julio y septiembre, lastrada por la debilidad del consumo, causada en parte por los actuales problemas del mercado inmobiliario. El Producto Interior Bruto creció un 4,6% en el periodo de tres meses, en comparación con hace un año. El Gobierno se ha fijado como objetivo un crecimiento en torno al 5%.

La economía china se enfrenta a una serie de problemas. Tras un verano de datos desalentadores, el líder de China, Xi Jinping, decidió finalmente seguir adelante con un paquete de estímulo muy necesario, centrado sobre todo en medidas monetarias, en la última semana de septiembre. Otras medidas, que decepcionaron a muchos, se anunciaron a principios de este mes.

Larry Hu, economista jefe para China de Macquarie Bank, escribió en un reciente informe de investigación que es posible que otras medidas más importantes tengan que esperar hasta que se anuncien los aranceles de Trump, lo que podría ocurrir tan pronto como asuma el cargo en enero.

“Si las exportaciones se desploman, los responsables de las políticas no tendrán más remedio que escalar el estímulo al siguiente nivel, y la política de vivienda será la clave a vigilar. Pero la historia sugiere que Beijing tiende a reaccionar a la situación real… no de forma preventiva”, dijo.